Terminator

1984 es considerado, por muchos cinéfilos, como uno de los mejores años en cuanto a estrenos de los 80 se refiere. Y no es de extrañar que se pueda pensar eso. Hubo tremendos títulos como La noche del cometa; Starfighter: la aventura comienza; Karate Kid; Starman; Indiana Jones y el Templo Maldito; Pesadilla en Elm Street; Gremlins; La Historia Interminable; Tras el corazón verde; Cazafantasmas; Superdetective en Hollywood… Un añazo que trajo a las grandes pantallas aventuras y sueños que despertaron en el público experiencias que pensaron que jamás podían vivirse. Entre toda esa vorágine, en aquel 1984, aterrizó en carteleras una cinta muy especial de terror y ciencia-ficción. Dirigida por un joven James Cameron, Terminator no tardó muchos años en ser un clásico en VHS que no faltó en ningún hogar. Las vibrantes notas en sintetizador, comandadas por Brad Fiedel, al igual que en muchos otros televisores de otras familias, sonaron muchísimas veces en el altavoz monofónico del mío. Yo no era más que un niño que no llegaba ni a la década de vida cuando ya me tragaba todas estas películas que (gracias al bueno de mi padre) se ponían una y otra vez en casa.

El magnetismo que ejercía en mí la película de Cameron era instantáneo. Adoraba cada segundo (salvo un par de momentos en los que, cómo a muchos niños de la época, me era imposible mirar a la pantalla). Y, sin embargo, cómo me ocurrió con muchas películas de mi infancia al revisionarlas muchos años después cuando ya estaba más crecidito y me había alejado una temporada de ellas, me pregunto si estaba preparado para entender toda la genialidad de estas joyas con mi corta edad de por aquel entonces. Porque Terminator me parecía una maravilla cuando era un crío y, ahora, incluso me parece aún mejor si cabe, ya que alcanzo a entender muchos conceptos que antiguamente, debido a mi corta edad, no me olía ni de lejos.

Me parece que la cinta es un prodigio de cómo usar bien los medios limitados; de cómo vencer las limitaciones con una imaginación desbordante; de cómo mezclar viajes en el tiempo, acción, amor y ciencia ficción en una historia que cala hondo; de cómo crear algo irrepetible.

Te propongo que recordemos juntos esta película. Que huyamos de este futuro que ya hemos alcanzado, donde los teléfonos móviles y las redes sociales están tomando el control para formar Skynet. Te invito a que nos evadamos de este sitio para, mentalmente, viajar a los años 80. Hagamos como Kyle Reese y trasladémonos a 1984. Tenemos una misión que cumplir. Ven conmigo si, de verdad, quieres vivir.

Introducción y recuerdos personales

Mi infancia en los 80 (como la de muchos otros niños, imagino) fue muy curiosa en cuanto a entretenimiento se refiere. Mientras muchos niños actuales se han criado con Pepa Pig, Dora la Exploradora o Pocoyó, yo pasé mi infancia viendo a un Terminator asesino atravesando de un puñetazo a unos macarras; cabezas explotando en En Busca del Arca Perdida; o a monstruos espaciales atravesando el pecho de un moribundo trabajador espacial en Alien. No es que no viese mis series infantiles, que también las veía, pero mi padre no se cortaba un pelo a la hora de poner este tipo de películas.

Ya he mencionado por el blog en más de una ocasión lo cinéfilo que era mi padre (y sigue siéndolo). Y, al igual que ahora, siempre estuvo a la última de las novedades que salían. Era el primero en todo el bloque de pisos (y en su grupo de amigos o la familia) en conseguir la última peli de moda. De esta manera entraron cintas VHS en casa que no quiero ni imaginar cómo las conseguía mi padre… Él mismo me ha contado cómo fuimos los primeros en todo mi bloque de pisos en tener y ver E.T. el Extraterrestre en casa y eso provocó toda una oleada de alucinación entre los vecinos.

De esta manera fuimos teniendo en casa cintas cómo La Historia Interminable; Indiana Jones en Busca del Arca Perdida; Alien; La Cosa; Gremlins; Rambo; Cazafantasmas; Fuerza Vital; y un largo etcétera inabarcable.

Lo más increíble era la penosa calidad de las copias que teníamos. A día de hoy sería inconcebible verlas de esa manera. No es que llegasen al extremo de no poder verse, pero sí que recuerdo que las películas se veían bastante oscuras y tenían mucho desgaste. Especialmente ocurría en nuestra copia de Alien, donde en muchas escenas, entre la oscuridad real de la peli y la añadida por el desgaste, apenas se veía nada.

No recuerdo cuando fue la primera vez que vi Terminator, mi memoria no llega a tanto. Pero sí que tengo recuerdos, siendo niño, donde la película andaba ya por casa como una más de la gran colección de mi padre. Y, aunque no recuerdo concretamente la primera vez, sí que recuerdo momentos salteados de estar viéndola, en distintas ocasiones, cuando era muy muy pequeño (mi hermana ni siquiera había nacido aún).

Recuerdo estar viéndola en el salón a oscuras, con mi padre y mi madre. Atemorizándome (y a la vez emocionándome) ante aquella máquina implacable. Cómo le ocurría a muchos niños de la época, había una escena que me hacía apartar la mirada de la pantalla e incluso esconderme bajo la mesa. Sí, es la que estáis pensando todos. Esa escena en la que el Terminator, en un oscuro motel de mala muerte, se repara el brazo y vemos cómo los mecanismos, los cuales asoman por dentro de la carne, se mueven ensangrentados. Y peor aún era la secuencia en la que se quita el ojo. Eso era superior a mí. Siempre que llegaban esas secuencias, les pedía a mis padres que me avisasen cuando hubiesen terminado para poder volver a mirar. Y siempre lo hacían.

Hubo un tiempo donde íbamos mucho al chalet de unos amigos de mi padre junto con otros matrimonios amigos que también llevaban a sus hijos. El chalet era gigantesco y, mientras los niños de las parejas de matrimonios nos perdíamos por los jardines de los alrededores o jugando a mil cosas en el enorme interior de la vivienda, los adultos se reunían en la sala de estar. Una de las costumbres que tomaron los domingos por la tarde era el que mi padre llevase alguna película de las suyas y la viesen juntos echando unas copas y comiendo alguna cosa. Como digo, mi padre era el número uno de los conocidos en tener películas de última hora, así que todos accedían encantados a ver los últimas novedades que salían en vídeo.

Pues bien, en ese mismo chalet, mi padre llevó películas como Cortocircuito (recuerdo perfectamente el domingo por la tarde en que la estaban viendo y cómo los niños nos sumamos a gran parte del visionado); Cariño, he encogido a los niños; y, entre otras tantas, mi padre llevó una tarde, cómo no, Terminator.

Y recuerdo que entré en aquella sala de estar, la película estaba puesta y, cómo si todos los hados se hubiesen puesto de acuerdo, en pantalla aparecía la condenada escena a la que yo no podía mirar. Y grité, en mitad de la sala: «Papá, ¿ahora viene lo del brazo y lo del ojo? ¡Yo no quiero mirar, avísame cuando acabe!». Supongo que solté un medio-spoiler sin querer a todos los allí presentes. Es más, mi padre me mandó callarme y me echó de la sala, mandándome a jugar con los otros niños con una de sus miradas fulminantes. Vaya tiempos,  por entonces no había tanta corrección política con los niños y era habitual el que te soltaran el típico: “Niño, cuando los mayores están hablando o haciendo cosas importantes, no se molesta”.

Recuerdo también cuando, en otra quedada de las de mi padre, puso la película a unos tíos míos, los cuales alucinaron con la cinta.

Bueno, pues todos esos momentos parece que me hubiesen sucedido ayer. Parece mentira que ya ocurriesen hace, probablemente, más de 30 años.

Con Terminator 2 yo ya estuve más crecidito, y eso es otra historia que ya contaré en otra ocasión. Pero Terminator, la primera, es parte indeleble de mis días de infante; de mi época de EGB; de cuando aún corría por los jardines de mi antiguo barrio y me echaba abajo las rodillas de chándal tras revolcarme con mis amigos por los jardines jugando a que éramos héroes de acción; recuerdos imborrables de una era que asocio a mi querido ZX Spectrum y a una libertad de lo más absoluto.

También son recuerdos pesadillezcos en cierto modo, pues aquella calavera metálica con ojos encendidos se grabó a fuego en lo más profundo de mis miedos.

Años después, ya siendo un adolescente tardío, no sé por qué, hubo una época donde perdí de vista las películas de Terminator durante unos años. No me las crucé; no las volví a ver; no pensé en ellas…

Hasta la llegada de Terminator 3. Fue al ver aquella película cuando recordé lo mucho que me encantaban esas películas y reconecté con ellas.

Y, llegado este momento, debo aclarar una cosa. Si saco arti´culos de la saga Terminator solo englobarán a las 2 primeras películas. ¿Por qué? Cada uno tiene su visión, su manera de entender el mundo. Para mí, Terminator 1 y 2 son poco menos que obras maestras de la acción y ciencia ficción. Son, como digo, parte de mi vida. Y me parecen, además, unas películas inigualables en muchos aspectos, unas verdaderas joyas cargadas de mil virtudes (muchas de ellas las vamos a ver en este artículo y otras tantas en el de la segunda entrega). Por eso, para mí, todo lo que vino detrás de Terminator 2 y que no fue dirigido por James Cameron, es casi más un algo aparte que unas auténticas continuaciones. Para mí me cuesta meter a todas las «secuelas» dentro de la misma saga. Siento decirlo así, pero mi visión es que la saga Terminator (al menos en lo que a mí respecta) son las dos primeras películas realmente. Punto. Todo queda cerradísimo y redondísimo con esa dupla de acción/ciencia-ficción que es de una brillantez magistral en muchos aspectos.

Es mi opinión, simplemente. Sin ánimo de imponerla o de lanzar fuego contra las otras películas (cada uno que disfrute de lo que quiera, oiga). Pero, como digo, para quien suscribe este artículo, las dos primeras películas son algo totalmente irrepetible y fuera de serie. Es más, me atrevo a decir que significan lo mismo para la propia historia del cine.

¿Estáis preparados para adentrarnos en la peli? ¡No perdamos tiempo!

LA PREMISA

Terminator parte de una premisa que es, simplemente, alucinante. Es una idea de esas que, sinceramente, me da mucha envidia porque nunca se me ocurrió a mí XD. Y es que es de admirar cómo de bien armada está una historia como esta. Curiosamente, en ese mismo 1984, apareció en pantalla grande otra de esas brutales ideas brillantes que también me parece algo extraordinario: Pesadilla en Elm Street. La cinta de Wes Craven, al igual que la de Cameron, aúna muy buenas ideas con una presentación y desarrollo memorables.

Pero, volviendo a Terminator, no son solo los mimbres que sostienen la historia los que son interesantes, sino que también juega un papel muy importante, cómo digo, la presentación y el desarrollo de toda la idea inicial. ¿Imagináis que Terminator jamás se hubiese hecho y, por primera vez, se le ocurriese a alguien a día de hoy? Quizás, y casi con toda seguridad, la película iría de un apocalipsis nuclear para presentarnos un futuro post-apocalíptico donde la humanidad luchase contra las máquinas. La cinta, seguramente, solo nos mostraría dicho futuro y no tendría todo el giro del viaje a los 80. ¿Por qué? Porque los efectos especiales y los medios permitían recrear dicho futuro apocalíptico y la lucha contra las máquinas perfectamente.

Pero las limitaciones, cómo he dicho en muchas ocasiones, suelen ser una virtud, nos obligan a pensar, a exprimir el mejor modo de hacer las cosas. Terminator, lejos de quedarse en esa premisa inicial de la guerra de un futuro post-apocalíptico, retuerce su propia naturaleza para rizar el rizo y meter viajes en el tiempo dentro de la historia. Seguramente, si Cameron hubiese tenido medios y dinero, quién sabe, hubiese dejado que la película transcurriese en el futuro. Pero siendo (oficialmente) su primera película en 1984 y con bajo presupuesto, Cameron no podía ambientar casi dos horas de metraje en un mundo donde los efectos especiales eran moneda de cambio continuo para representarlo. Así que necesitaba contar su historia en el presente. Supongo que de ahí surgió la idea de que Skynet enviase al T-800 a 1984 para acabar con la madre del futuro líder de la resistencia, no lo sé. Sea como sea, la propia proposición de la cinta, insisto, me pone los pelos de punta por la genialidad que destila.

Y no menos brillante es el hecho de enviar también a un soldado protector para Sarah Connor a ese mismo 1984. El hecho de que nuestro héroe sea tan humano como la protagonista da un carácter de lo más interesante a la cinta. Se potencia el concepto de hombre versus máquina. Se nos da a un protector de carne y hueso, vulnerable y mortal, todo lo contrario al monstruoso e imparable T-800. Esto es un detalle exclusivo que hace muy interesante esta primera película, pues durante toda la cinta nos parece que será imposible que mero hombre pueda acabar deteniendo al Terminator. Esta acentuada sensación de peligro y fatalidad se perdería bastante en la (también maravillosa) segunda entrega, ya que el protector (aunque aún inferior al enemigo principal) era superior a un humano.

La película comienza con imágenes del futuro desolado donde en el suelo descansan los cráneos de todos aquellos que perdieron su vida en el invierno nuclear y en la lucha contra las máquinas. Una curiosidad que descubrí al comprar la película en DVD es el hecho de que, en la versión original americana, siempre hubo, en esas primeras imágenes, un texto explicativo donde ya se revelaba parte de la trama de la película. En la versión española nunca tuvimos ese texto, lo cual, por pura carambola, creo que hace la película aún más interesante si cabe, ya que no sabemos muy bien de que va nada y nos toca averiguar todos los detalles conforme avanza la película.

Aún con todo, y con texto explicativo de por medio en la versión americana, la película sigue siendo intrigante, pues no sabemos nada más que el hecho de que hubo una guerra nuclear en el futuro y que las máquinas tomaron el control. Todo lo demás sigue siendo igual de enigmático. La llegada de los dos desconocidos a Los Ángeles levanta muchas dudas y el hecho de cómo se unirá todo el presente de los 80 con esas imágenes que, durante segundos, hemos visto al principio de la película, siguen siendo un misterio. Aún tendremos que asombrarnos, sea como sea, con todo el tema de los cyborgs, viajes en el tiempo y un largo etcétera que será desgranado con una exquisitez y fluidez que ni siquiera entorpecerá el ritmo de la película.

Merece la pena mencionar cómo la cinta, una vez que la has visto y sabes lo que ocurre, guarda desde el principio muchos detalles que potencian la verdad de todos los hechos. Por ejemplo, solo hay que ver las diferencias entre la llegada de los dos viajeros del tiempo al 84, las cuales son distintas en varios aspectos que ya nos dicen mucho sobre cada uno de ellos.

El Terminator llega en esa bola de luz y aparece sosegado, tranquilo, en control de sí mismo (como las propias máquinas). Su aspecto es robusto, musculoso e intimidante. Solo hay que ver cómo, encima, se consigue ropa sin el menor esfuerzo, acabando con unos punkys haciendo un desproporcionado uso de la fuerza bruta.

Por el contrario, Kyle Reese no aparece (ni por asomo) cómo lo ha hecho el Terminator. Kyle aparece cayendo al suelo en posición fetal (indicando ya, subliminalmente, quien de los dos viajeros es el humano, a pesar de que aún no sepamos que hay una máquina entre los dos viajeros al principio de la película). Está dolorido, se queja. Se nos muestra su vulnerabilidad. Y, para colmo, sus dificultades a la hora de librarse de los problemas o conseguir ropa no son nada fácil de sortear. Ese paralelismo invertido en ambas llegadas es magnífico, pues con un lenguaje no explícito ya no está contando mucho.

Luego se nos presenta a la que será nuestra protagonista: Sarah Connor. Es genial también la ironía presente en el relato y en la presentación de este personaje. Una chica de lo más normal, con una vida de lo más aburrida y poco idílica (hasta los clientes se ríen de ella en ese estresante trabajo en el que se ve obligada a aguantarlo todo), será la madre más importante del mundo en el futuro. Gracias a ella (y a su hijo) se ganará la guerra contra las máquinas en el año 2029. Pero ahora, en 1984, Sarah no es más que una camarera a la que los chicos dejan plantada y la cual no es capaz ni de hacer bien un pedido a una mesa. Todo esto nos propone una futura evolución del personaje totalmente abismal (la cual, sobretodo, se desencadenará para la segunda entrega, donde el cambio será apoteósico).

Una cosa que siempre me fascinó de esta primera Terminator es el hecho de que, seguramente, el que viese por primera vez la película, podría pensarse que no es más que un «slasher» más de la época. Una de esas películas tan populares de los 70 y 80 donde los jóvenes iban muriendo, uno a uno, por la mano de algún monstruoso asesino que los perseguiría hasta acabar con todos. La Noche de Halloween (de John Carpenter), Viernes 13, o la mencionada Pesadilla en Elm Street, eran películas con esa temática que mancharon de sangre las pantallas proyectadas a principios de esta década. Terminator parece (al menos en el primer cuarto de película) estar planteada y realizada cómo uno más de estos slashers.

El personaje de Arnold Schwarzenegger va aniquilando, implacablemente, a todas las Sarah Connor que encuentra en su camino y no sabemos por qué. Todo parece dispuesto para darnos un festín de sangre, asesinatos y tensión. Pero resultará que nada es lo que parece, claro, y que al final tendremos una de las más grandes pelis de ciencia ficción de todos los tiempos.

Pero en los comienzos de la cinta, la tensión por los asesinatos va creciendo conforme avanzan los minutos, pareciendo que estamos ante una peli de terror al uso. Incluso tenemos a la pareja de amigos de Sarah (Ginger y su novio) que (¡cómo no!) morirán tras tener sexo (muy típico).

El círculo se va cerrando y el monstruo imparable va acercándose más y más a su víctima. Sarah no va teniendo demasiada escapatoria y todo se va conjugando para que, al final, tenga que tener un encuentro con el asesino.

Una cosa que también hizo genialmente la película para el primer visionado, es presentar a los dos viajeros del tiempo con dudosas intenciones. Sí, he expuesto antes ciertos detalles que indican la humanidad de Reese, pero son cosas que, en el primer visionado, podrían pasar por alto. Es más, las intenciones de Kyle no están muy claras (recordemos que roba a un mendigo, apunta a un policía y hasta huye por la ciudad con una escopeta bajo la gabardina). También se suma el hecho de que, al igual que el T-800, Reese está persiguiendo a Sarah y siguiéndola desde las sombras. El espectador que se enfrenta primerizo a la obra de Cameron no tiene claro, realmente, si alguno de estos dos energúmenos es el bueno. Es más, posiblemente los dos le parezcan igualmente sospechosos.

Por eso es genial toda la escena del Tech-Noir, esa discoteca cargada de luces y música atronadora donde Sarah se refugia para escapar de sus perseguidores. Sin embargo, eso la llevará directa a la trampa. A un lugar donde podría haber encontrado su muerte repentinamente… de no ser porque, en dicha escena (dirigida con una magistralidad asombrosa y con un uso de la cámara lenta y la tensión impresionantes), Kyle Reese se nos desvelará como un aliado para Sarah. El tiroteo que tiene lugar aquí es increíble y termina con el Terminator siendo abatido a cañonazos de escopeta por Reese.

Una desconcertada y asustada Sarah Connor, más vulnerable que nunca, no tiene más opción que agarrar la única mano amiga que tiene al alcance. «¡Ven conmigo si quieres vivir!». Una frase ya inolvidable (y, por desgracia, tremendamente sobreexplotada en todos sitios a partir de la moda de resucitar la “nostalgia ochentera”).

Siguen, durante el recorrido, numerosos momentos a cada cual más destacable: la muerte de la amiga de Sarah y su novio (en una escena cargada de tensión); las explicaciones de Reese a Sarah sobre el futuro y los viajes en el tiempo (narrados con muy buen tino, puesto que Cameron va soltando las piezas de información mientras los personajes continúan moviendo la acción de la película); la famosa escena del tiroteo en la comisaria (un tiroteo brutal que, en sus años de estreno, fue algo tremendamente impactante); el desarrollo de la relación entre Kyle y Sarah; la persecución por las carreteras nocturnas (con explosión de camión incluida); y ese final en la fábrica dónde nos despedimos de Kyle y, poco después, del Terminator de paso.

Poco o nada puedo yo aportar a todo lo que podréis encontrar por Internet sobre todo el desarrollo de la película y sus aciertos en todas las escenas. Podría deshacerme en elogios hacia cada momento y desglosarlo todo en detalle, pero se ha dicho tanto sobre Terminator, que es difícil no repetirse demasiado. Lo mismo ocurre con las miles de curiosidades de esta peli, las cuales han sido narradas ya infinidad de veces en contenidos oficiales o en el panorama de Internet (artículos, podcasts, Youtube). A día de hoy se sabe cómo se hicieron montones de escenas, los trucos utilizados y miles de curiosidades. Se ha hablado mil veces de lo importante que esta peli fue para el ascenso meteórico de Schwarzenegger o Cameron. Se han comentado las geniales actuaciones de Michael Biehn o Linda Hamilton… Se ha elogiado mucho la banda sonora de Brad Fiedel (la cual, con sus sintetizadores y ritmos, es capaz de crear una tensión sin igual). Pero todo eso, cómo digo, podréis encontrarlo en cualquier parte de Internet y mejor contado de lo que yo podría hacerlo. En vez de seguir toda la película al completo o hablar de todo lo dicho anteriormente, comentaré algunas cosas aparte las cuales piense que me son más relevantes.

La magia está en los detalles

Dicen muchos que, cuando algo se realiza con un nivel de dedicación extrema, hasta el menos entendido puede apreciar la fuerza de los detalles que, aparentemente, le pasan desapercibidos. Hay muchos detalles que se emplean en la narración de historias con fines análogos o metafóricos. Muchos espectadores de Terminator puede que no reparen en ellos a primera vista, o no sepan explicar con palabras la función de ciertas líneas de diálogo o detalles. Pero lo cierto es que, muchas veces, esto no importa. El simple hecho de que el detalle esté ahí, potencia la película y, aunque sea a un nivel subliminal, funciona. A fin de cuentas, la construcción de una obra completa está formada por sus infinitos detalles y cada uno aporta algo.

James Cameron introdujo muchos momentos a los que a lo mejor mucha gente no dio importancia en un principio, pero que están pensados para hacer un juego irónico (o, a veces, simplemente directo) en la película. Me refiero a todos esos momentos en los que retrata la relación entre el hombre y la máquina. Es irónico cómo serán las máquinas las que amenazarán la vida de Kyle y Sarah (y posteriormente las de toda la humanidad) y, sin embargo, vemos cómo el hombre depende de la máquina en todo momento durante la película.

El camión de la basura es lo primero que vemos en pantalla en los años 80; los policías dependen de las máquinas (el teléfono, en este caso) para contactar con Sarah y poder salvarla de su asesino. Kyle Reese y la propia Sarah dependen de máquinas (como coches) para escapar continuamente. Durante la película vemos la dependencia total que el hombre tiene con las máquinas: gente viendo la televisión en los bares; la amiga de Sarah está tan enganchada al Walkman que no puede ni dedicar atención plena a su novio; personas hablando en las cabinas de teléfono; contestadores automáticos que protagonizan ciertos momentos; constructores que levantan edificios con máquinas; y hasta la propia Sarah se nos presenta, la primera vez, conduciendo una moto de la cual depende para ir al trabajo.

Es la eterna dependencia de aquello a lo que dimos poder. En cierta manera, Terminator nos muestra la ironía de cómo aquello a lo que “dimos vida”, nos la acaba arrebatando. Es el pago que los hombres reciben por jugar a ser dioses. Al igual que, según las creencias y tradiciones de muchas culturas, los dioses dan la vida al hombre, este se arriesga a hacer lo mismo: comienza a crear. Y el hombre crea la máquina, algo a lo que “insuflamos vida” poniéndole una simple pila AAA o conectándola a un enchufe. Pero cometemos un error muy grave. Creamos las máquinas para controlarlas, para el beneficio propio, para ser más poderosos. Lo que desconocíamos en ese momento es que, al final, hay una línea muy fina entre el que el hombre controle a la máquina o la máquina controle al hombre.

Llegó un momento donde, en la sociedad, no se podía hacer nada sin máquinas. Solo hay que mirar a nuestro alrededor. ¿Concebimos la vida sin vehículos, sin lavadoras, sin ordenadores? Todo depende de eso. Incluso todos los trámites oficiales, citas médicas o búsqueda de empleo se realizan por Internet. Hemos llegado un punto donde dependemos tanto de las máquinas que podría decirse que nos dominan (o al menos dominan nuestro mundo). La propia creación del hombre se rebela y expone su peor cara. Nos dice que no somos ya nada sin ella y que hemos perdido todo el contacto real que una vez tuvimos con el mundo y la naturaleza (un tema que, de hecho, Cameron también trataría en el futuro, en Avatar).

Y no hablemos de la dominación que nos ejercen las máquinas en el sentido de “adicción”. Todos, en más o menos medida, somos adictos a estos cacharros. ¿O es que acaso no estoy escribiendo esto en Internet, dando de lado a otras cosas, y tú estás aquí leyéndolo, haciendo lo propio? Estamos enganchados a todas estas cosas de una manera que asusta.

Al final no se trata tan solo de la destrucción literal (representada en la película con ese futuro postapocalíptico y con la Inteligencia Artificial dominando a los humanos y esclavizándolos), sino también del hecho de que nosotros, por voluntad propia y comodidad, nos hemos ido dejando dominar (metafóricamente) por las máquinas.

Inteligencia artificial, robots y un oscuro futuro

Todo este futuro de la película era, sin duda, ciencia ficción en 1984, cuando Cameron la rodó. Pero, a día de hoy, los límites entre ficción y realidad están muy difusos. La robótica ha avanzado una barbaridad. Y lo mismo ocurre con la Inteligencia Artificial. Solo hay que ver las Inteligencias Artificiales que se gasta un mero videojuego o un simple programa para ver cómo están las cosas. Todo esto nos dice lo genial y certera que fue la arriesgada propuesta de Cameron, puesto que el futuro se ha ido encaminando (al menos en cuanto a potencial tecnológico se refiere) a dónde Terminator apuntaba.

Es curioso como el personaje de Kyle Reese tiene que encarar en el presente una versión metafórica de lo que ha vivido en el futuro. Si en el futuro la raza humana debe moverse de noche, escapar de los robots y vivir refugiándose en escondrijos, no está muy lejano lo que debe de vivir con Sarah en el 84. Ambos se mueven en ambientes nocturnos, con las luces de Los Ángeles casi recordando a las luces de los propios robots cazadores del futuro, brillando en la oscuridad. Deben de escapar constantemente del Terminator y refugiarse continuamente en sitios escondidos. Es una versión minimalista de la horrible situación del futuro, donde en vez de haber miles de máquinas asesinas, solo hay una. Pero, también, en vez de haber cientos de soldados, en este 1984 solo hay uno: Kyle Reese.

El retrato que Cameron nos hace de ese futuro de iluminaciones azuladas es, cuanto menos, desesperante e inquietante. Es una situación que parece incluso peor que una situación de guerra extrema. La gente vive en un lugar que poco dista de un depósito de chatarra. Comen lo que buenamente pueden y visten unas ropas que no pueden estar más destrozadas. No hay risa; no hay buen ambiente; solo se respira tristeza y desolación. Para el recuerdo queda esa impactante imagen donde parece que unos niños están viendo el televisor… pero este está vacío y solo hay fuego dentro que les permite calentarse un poco. Es la perfecta metáfora de cómo todo lo que fue nuestro mundo ha ardido en llamas y ha quedado hecho chatarra.

Y brillante es también el hecho de que usen a los perros para detectar a los Terminators. Me parece una idea tremenda, ya que el perro es un ser de la naturaleza. No hay nada más auténtico y sin manufacturar que el perro para combatir al concepto contrario: la máquina; lo artificial; lo que va contra natura.

El gusto estético de la película, a pesar de sus limitaciones presupuestarias, queda expuesto en muchas de estas escenas del futuro. Es digno de un poster ese momento en el que un gran Terminator irrumpe en las instalaciones humanas y se ve a contraluz, entre la niebla, mientras dispara con los ojos rojos encendidos entre las sombras.

Por lo demás, la película me parece intachable. Toda la tensión que va cogiendo hacia el final me acelera el corazón cada vez que la vuelvo a visionar. Para colmo, Cameron hace doble tirabuzón al final, haciendo que la fotografía que le toman a Sarah en la gasolinera sea la que, en el futuro, llegará a manos de Kyle Reese.

Pensamientos finales

Cabe resaltar que en el 1984 de la película vemos algo que llama la atención: la gente se ha automatizado e insensibilizado casi tanto como las propias máquinas. Solo hay que ver lo exigentes que son los clientes de Sarah y la poca empatía que tienen con ella en la cafetería. O la poca pasión y humanidad que muestra Ginger con su novio Matt, quien hace el amor con él como si se tratase de una mera muñeca que está a lo suyo, escuchando música. O incluso habría que destacar la insensibilidad del psicólogo de la policía, Silberman, quien junto a los oficiales, llegan prácticamente a mofarse de Kyle en más de una ocasión. Hay muchos más ejemplos, pero estas son solo algunas gotas de egolatría del ser humano que ponen de manifiesto que, antes incluso de que las máquinas se hiciesen con el control en el futuro, el ser humano ya había dado de lado a parte de su humanidad. Un ejemplo más de como el ser humano, en esta película, ha sido artífice de su propia caída.

Es algo que parece ir ligado de la mano con la evolución de la humanidad. Cuanto más prosperamos en el terreno tecnológico y económico, más vamos dando de lado a lo que de verdad era importante; a aquello que da sentido a todas las cosas.

Hay, en cierta manera, un ambiente melancólico que flota por la película constantemente, especialmente en las partes de los años 80 en la que Sarah y Kyle están juntos. En un mundo cada vez más deshumanizado, ellos logran encontrar el amor y lograr saber que lo que importa es darlo todo por los que amas. Kyle da su vida por Sarah. Viaja en el tiempo por ella, cómo el mismo explica en una escena impresionante, y termina sacrificándose para salvarla. Al mismo tiempo, Sarah acabará aceptando y enfrentando su destino, poniendo todos sus esfuerzos para salvar a la humanidad.

Y hago referencia de nuevo a ese aire nostálgico en el que casi atisbamos lo que podría haber sido entre ellos dos si el negro futuro no se hubiese interpuesto en sus caminos. Un mundo que nunca podrán vivir, en el que hubiesen sido felices, bromeando como se les ve en una de las escenas. Pero nada de eso será. Ni siquiera el mundo que conocen seguirá existiendo en el futuro, donde solo habrá desolación. Y eso hace que la peli deje ese constante fulgor de melancolía ardiendo en el metraje, haciendo lamentarse al espectador por todo lo que se ha perdido y se perderá. Por ver el constante cambio entre lo que la civilización había alcanzado y el cómo quedará una vez que las máquinas tomen el control.

Terminator es una película que me sigue emocionando y estremeciendo como cuando la veía de niño. Ya tan solo con los magníficos créditos iniciales y las notas en sintentizador de Brad Fiedel logro sentir que he viajado en el tiempo y que estoy en una época donde hacer cine era un alarde de creatividad y superación. Es espectacular el trato de efectos especiales físicos que hay en la película y cómo se solventan las situaciones con una creatividad sin precedentes. Es innecesario, creo yo, hablar de lo mucho que ha influido esta película en el mundillo del cine y, además, en el de otros medios como cómics, videojuegos, etc…

Hay que tener en cuenta, como siempre digo, el contexto. No es lo mismo el impacto que esta película pueda causar hoy que el que causó en 1984, donde ver un robot como este nos dejó a todos poco menos que con la mandíbula en el suelo. Por no hablar de lo casi visionario del guión en una época donde la informática no tenía, ni de lejos, la presencia que tiene hoy (ni se esperaba que la tuviese). Es algo que siempre me chirría en podcasts o artículos de Internet e intento no hacer aquí: el hacer esa especie de «presentismo» donde se valora la película por «cómo se ve hoy día» o por si «ha envejecido bien o mal», algo que, sinceramente, para mí no tiene sentido. El valor de las cosas es, aparte del intrínseco, el que le daba el contexto, y por eso Terminator fue tan importante, porque en plenos años 80 supuso algo que en cine era casi una revolución. Si tuviésemos que medir las películas mudas sin color de principios del siglo pasado por el rasero de hoy día, ¿qué nos quedaría? ¡Si a día de hoy tenemos sonido espectacular y efectos por ordenador! Por eso todo hay que posicionarlo en su debido entorno y valorarlo según su contextualización.

Para mí, una de las más emocionantes historias de amor del cine está en esta peli: Kyle y Sarah. Una historia de amor sin artificios y sin excesivo adorno innecesario. Una historia donde un hombre lo da todo por una mujer y donde ella hace lo propio. Dos almas que se encuentran y se abrazan en un mundo oscuro donde solo la luz de sus corazones ilumina el camino que se derrumba a cada paso bajo sus pies. El amor como llama poderosa de humanidad en un mundo cada vez más deshumanizado y artificial. Ni el tiempo es una barrera para que ambos acaben cruzando sus destinos.

Gran metáfora del hombre contra la máquina… Que, a fin de cuentas, no deja de ser el hombre contra el propio hombre (o contra su propia creación). Terminator siempre estará en un lugar privilegiado de mis películas más queridas y tengo que confesar que son varias veces las que la visiono cada año, porque siento que hay mucha analogía con nuestras propias vidas; con nuestro camino; con lo que hemos dejado atrás y no podemos recuperar; con buscar la compasión, amor y empatía en un mundo que cada día parece doblegarse más ante el automatismo y lo artificial; con enfrentar nuestro destino; con luchar contra nuestros propios futuros oscuros.

Solo puedo dar gracias por haberme cruzado con pelis como esta en mi vida. Y, sobretodo, en este caso, le debo a mi padre el que me la enseñase cuando solo era un niño. Esta primera entrega tiene algo que pienso que es único. Un aura propia; un sentimiento único; algo que no he visto repetido ni siquiera en la maravillosa Terminator 2, que tiene su propia identidad.

Publicado por

nightwalker81

Ahora soy el heredero de la Mansión de la Zona Muerta. Mi misión es difundir la fantasía, la magia y las maravillas de la ficción. Compartir cada retazo de brillantez que mis ojos han captado, cada preciosa nota musical que ha acariciado mis oídos, cada mundo que he respirado hasta las últimas consecuencias... Bienvenidos a la Zona Muerta.

2 comentarios en «Terminator»

  1. Que alegría me da volver a leerte de nuevo. Y además hablando de uno de mis clásicos de infancia también.

    De hecho, precisamente, este mismo sábado (después de leer tu articulo) me dijo mi hijo; «Papa, vamos a ver otra vez Terminator». Casi como si nos hubiésemos leído el pensamiento. Brujeria…

    ¿Y que voy a poder añadir a tu articulo? pues nada, porque has plasmado en palabras precisamente lo que muchos sentimos cuando recordamos este clásico imperecedero. No es solo la película en si. Es todo lo que conlleva a nivel personal. Ese VHS ya gastado, esas condiciones en las que la vimos, en mi caso grabada de la tele con anuncios, en 4:3, con una calidad de imagen deficiente.. y aun así flipamos con ella.

    Me encanta todo lo que apuntas del comienzo. Es de autentico genio. Si no conociésemos nada de la película, las dudas estarían ahí. Subliminalmente vemos que Reese es humano (esa posición fetal, ese dolor al viajar en el tiempo), sin embargo Cameron juega con ello, haciendo que sea el héroe el que se enfrente a la policía, y que sea el vilano quien asesine a unos maleantes. ¿Quién es quien?

    Cameron es un maestro metiendo detalles y mostrando escenas de esas que se graban. Mi secuencia favorita es el ataque en el TechNoir. Opino como tu, una escena de una tensión y planificación sencillamente perfectas. El ataque del Terminator en el futuro que mencionas, también es increíble, con esos niños viendo una TV que en realidad no es tal, cazando ratas… y esa estampa del Terminator a contraluz con los ojos rojos… madre mía que maravilla. Acabo de verla hace 3 días y ya estoy deseando verla de nuevo :D

    Y el final me encanta. Es desasosegante la tensión y aura de fracaso que se respira en esa factoría donde todos son maquinas menos Kyle y Sarah… por no hablar del espectacular trabajo de Stan Winston con el Terminator despojado de apariencia humana. Como bien dices, en contexto, te volaba la cabeza en aquellos años. Pero hoy día también lo hace.

    En fin, no puedo añadir mucho mas a tu articulo, tan solo que me encanta volver a leerte por aquí.

    Un abrazo y espero que todo vaya bien.

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    1. ¡Un saludo y me encanta también poder leer tus comentarios!

      Jaja, que maravilla de conexión tenemos. Debe de ser la Fuerza o qué se yo XD. Justo nos hemos puesto practicamente de acuerdo, yo también la vi de nuevo para el artículo, así que casi casi la hemos visto juntos tu hijo, tú y yo :D.

      Y es lo que dices, justo la terminas y dan ganas de volverla a poner, es una maravilla. Se nota en tus palabras la pasión que tienes por la peli. Y opino como tú, a día de hoy (o dentro de mil años) sigue siendo un peliculón que ofrece cosas que casi parecen imposibles, dado su presupuesto. Pero es genial como se aprovecha lo que hay y como se usa la inteligencia del guión para hacer algo redondísimo.

      Muy cierto lo que dices del comienzo, es buenísimo. Hubiese sido muy fácil ir al meollo directamente y poner al Terminator intentando acabar con Sarah y Kyle ya desde el principio dándose a conocer y sabiendo que era el bueno… Pero en esta peli es que todas las decisiones que tomó Cameron me parecen simplemente las mejores que podían tomarse. Decidió dejar esto en incógnita, lo cual da más interés si cabe a al peli. Lo mismo pasa con el futuro de las máquinas y la guerra entre ellas y los humanos. Hubiese sido fácil contarlo tal cual, pero que nos «saque» de ese entorno y de esa guerra para contarnos todo desde la perspectiva de Kyle y el Terminator viajando a los 80 me parece un movimiento de jaque mate, es brutal.

      El final es genial. Como dices, el trabajo de Stan Winston es de 10. A mí ese terminator esquelético me daba escalofríos cada vez que lo veía en pantalla de pequeño. Me parece impresionante cómo pudieron representar algo tan difícil en pantalla con los medios que había. Y me encanta eso que dices del aire desasosegante de la fábrica, ahí la tensión llega a su culmen, todo parece perdido. De hecho, hay un aire de fatalidad en toda la peli, ya que parece que el destino es inevitable y, aunque se deja una puerta abierta a la esperanza, se hace mucho hincapié en la inevitabilidad de lo que va a acontecer.

      Un saludo y espero que todo vaya bien. Nos leemos (y espero que pronto en un blog u otro).

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